En un mundo cada vez más interconectado, las redes sociales han dejado de ser simples plataformas de interacción para convertirse en potentes herramientas de difusión. Sin embargo, como toda herramienta, su uso indebido puede acarrear consecuencias imprevisibles y peligrosas. Recientemente, Pereira fue escenario de un episodio que demuestra el riesgo incluido a la propagación de información falsa, cuya única intención es desinformar.
Todo comenzó el lunes, cuando un participante anónimo publicó en redes sociales una imagen de la agente de tránsito de la ciudad involucrada en un incidente de agresión con un ciudadano. Lo que parecía ser un caso aislado de conflicto laboral se transformó en un estallido de alarma colectiva cuando el mismo post afirmaba que la mujer había sido asesinada con “24 impactos de arma de fuego cerca de la terminal de transporte terrestre”. La publicación no solo mencionaba acerca de la muerte de la funcionaria, sino que también mencionaba la presencia de un panfleto “de advertencia” junto al supuesto cadáver, dirigido a los miembros de Tránsito de Pereira. Este tipo de mensajes, cargados de insinuaciones de violencia y amenazas, lograron encender las alertas de las autoridades y de los ciudadanos.
El peligro de la desinformación: Un caso de alarma social en Pereira
Es cierto que la información era completamente falsa, un claro ejemplo de desinformación en su forma más perjudicial. A pesar de esto, las autoridades locales no pudieron simplemente ignorar el mensaje. La gravedad de la acusación, incluso si es infundada, exigía una respuesta rápida y contundente para evitar que el pánico y la especulación se adueñaran de la opinión pública. El hecho de que se mencionara una supuesta “sociedad con oficinas de sicariato” y que se hicieran acusaciones sobre la actitud de los agentes de tránsito, calificándolos de “agrandados, desleales y groseros con la comunidad”, revela una intención más profunda de socavar la confianza de la ciudadanía en sus autoridades.
