Rey Álvarez, columnista.

La presentación oficial del Centro de Desarrollo Tecnológico Agroindustrial (CDTA) de la Universidad Tecnológica de Pereira, ante los medios de comunicación, liderada por el rector Luis Fernando Gaviria, no es solo un logro institucional; es un ejemplo de cómo la gestión visionaria puede cambiar el destino de una región. Con una inversión de más de 23 mil millones de pesos, este centro se erige como un faro de innovación y justicia social para el campo colombiano, especialmente para los campesinos, quienes por décadas han sido los más vulnerables en la cadena productiva.

El rector Gaviria, con una claridad admirable, ha señalado una de las grandes deudas históricas con el campo: los campesinos, quienes siembran, cultivan y cosechan, terminan siendo los menos beneficiados. Mientras los intermediarios capturan la mayor parte del valor, los productores reciben migajas por su esfuerzo. Esta realidad, arraigada en la región y en gran parte del país, ha perpetuado la pobreza y la desigualdad rural.

Bajo la gestión del rector Gaviria, el CDTA ha sido diseñado para romper este ciclo. Este macroproyecto ya impacta a 1.750 actores del sector agroindustrial y agropecuario de la región y del país, enfocándose en productos estratégicos como la mora, el cacao, el plátano y el aguacate. Con una infraestructura y equipamiento de vanguardia que incluye 152 equipos distribuidos en 17 laboratorios, el centro no solo busca mejorar los procesos de cultivo, sino también agregar valor a través de la innovación tecnológica. Esto significa que los campesinos ya no venderán solo materias primas a precios bajos, sino que podrán participar en la producción de bienes terminados con alto valor agregado.

La visión del rector Gaviria ha sido clave para integrar conocimientos científicos, técnicos y empresariales en este proyecto. Su liderazgo ha permitido que el CDTA no sea solo un centro de investigación, sino un puente entre la academia y el campo. Además, ha promovido la asociatividad entre productores, fortaleciendo su capacidad de negociación y permitiéndoles acceder a mercados más justos y competitivos.

Sin embargo, el éxito del CDTA dependerá de su capacidad para llegar efectivamente a los campesinos. No basta con desarrollar tecnologías de vanguardia si estas no se traducen en mejoras tangibles para quienes trabajan la tierra. Aquí, la gestión del rector Gaviria será fundamental. Su compromiso con la formación, la transferencia de conocimiento y el apoyo continuo a las asociaciones de productores será clave para asegurar que este proyecto no se quede en las aulas, sino que llegue a los campos y cambie vidas.

En conclusión, el CDTA es un testimonio del liderazgo visionario del rector Luis Fernando Gaviria. No solo impulsa la innovación y el desarrollo tecnológico, sino que también reconoce y valora el papel fundamental de los campesinos en la cadena productiva. Este centro no es solo un logro académico; es un compromiso con la justicia social y el desarrollo sostenible del campo. Ahora, el reto es consolidar esta apuesta y cumplir su promesa de transformar la vida de quienes alimentan al país.

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